Psalms 34

El abogado de los perseguidos

1
1. En este Salmo el Rey profeta, perseguido probablemente por Saúl, habla como figura de Cristo y presenta al Padre bajo la imagen guerrera de un caudillo invencible, como lo hace Moisés en su cántico de Éxodo 15, 3, donde “Yahvé es un fuerte campeón”. Solo el Señor salva al perseguido y castiga a los perseguidores. Cf. Salmo 34, 11 y nota.
De David.
Disputa mi causa, oh Yahvé,
contra mis contendores;
combate Tú a los que me combaten.
2
2. En las palabras del salmista palpita la oración de Cristo paciente, por lo cual vemos frecuentemente este Salmo en el Oficio de Pasión, y aun como Introito en la Misa del Martes Santo. También hemos de ver aquí la voz permanente de la Iglesia, pues toda ella, como dice San Agustín, es Cristo paciente (cf. versículo 11 ss. Salmo 33, 20 y notas). Cada uno de nosotros hallará, pues, hondo consuelo sobrenatural, como en el Salmo 16 y otros, uniéndose con ellos a la oración de Cristo, especialmente en los momentos de persecución que Él anunció a los suyos.
Echa mano al escudo y al broquel,
y levántate en mi socorro.
3
3. Dile a mi alma para que yo lo sepa y lo crea de veras. Dios hace constantemente con nuestra alma prodigios de amor. Pero esas realidades divinas pasan desapercibidas si no las captamos mediante el conocimiento y la fe viva (I Corintios 2, 14).
Empuña la lanza,
y cierra contra mis perseguidores.
Dile a mi alma:
“Tu salvación soy Yo.”
4
4. Cf. Salmo 69, 4.
Queden confusos y avergonzados
los que buscan mi vida.
Vuelvan atrás, cubiertos de oprobio
los que maquinan mi perdición.
5Sean como la paja ante el viento,
acosados por el Ángel de Yahvé.
6Sea su camino obscuro y resbaloso,
cuando el Ángel de Yahvé los persiga.
7
7. Sin causa: Cf. versículo 19. Véase, en sentido mesiánico, Salmo 68, 5.
Porque sin causa me tendieron su red;
y sin causa cavaron una fosa para mi vida.
8Venga sobre ellos la muerte inesperada,
y préndalos la red que para mí escondieron;
caigan en la fosa que ellos mismos cavaron.
9
9. Son los mismos sentimientos de la Virgen en el Magníficat (Lucas 1, 47). Pero aquí brotan aún en medio del dolor, mostrando cómo es de intenso el júbilo de sentir segura la protección del Omnipotente (cf. Salmo 123, 8).
Y mi alma se regocijará en Yahvé,
y se alegrará de su auxilio.
10
10. Del prepotente: Claro está que esto es verdad también respecto del Diablo y sus demonios. Cf. I Juan 4, 4; Salmos 17, 18; 30, 18.
Todos mis huesos dirán:
¿Quién como Tú, Yahvé,
que libras del prepotente
al desvalido,
y al pobre y afligido
de la mano del que lo despoja?
11
11 ss. Se cumplió esto al pie de la letra en la Pasión del Señor. “En estas palabras seguimos oyendo la voz de Cristo, la voz de la cabeza y la voz del cuerpo de Cristo. No separes nunca a la esposa del esposo: son dos en una misma carne; dos también en una misma voz. Padeció la cabeza, padezca el cuerpo; o más bien: padeció la cabeza para ejemplo del cuerpo. El Señor padeció voluntariamente; ella, necesariamente; Él, por compasión; ella, por condición. Sus dolores voluntarios son nuestro consuelo en los nuestros merecidos; para que, al padecer nosotros nuestros dolores, pongamos la mirada en Aquel que es la cabeza” (San Agustín). Cf. Salmo 33, 6; 58, 1 y notas.
Se levantaron testigos de iniquidad;
me pedían cuentas de cosas
que yo ni conocía.
12Por el bien me devolvían mal,
para desolación de mi alma.
13
13 s. Modelo de amor a los enemigos (véase Lucas 6, 27-35).
En tanto que yo,
cuando ellos enfermaban,
vestía de cilicio,
me maceraba con el ayuno,
y mis plegarias me golpeaban el seno.
14Me portaba como con un amigo,
como con un hermano;
me encorvaba triste,
como quien llora a una madre.
15
15. Véase esto en la Pasión de Jesús (Marcos 14, 65).
Ellos, en cambio, se alegraron
en mi adversidad, y se juntaron;
coligados contra mí
me hirieron de improviso,
me laceraron sin tregua.
16
16. Los LXX y la Vulgata añaden aquí al principio: “quedaron disipados, mas no arrepentidos”. Burladores de torta redonda (así también Desnoyers): Expresión gráfica, como quien dijera: los que, hartos de placeres y honores del mundo, se reúnen alrededor de un festín para ridiculizar a los que comparten lo que San Pablo llama la “locura” de Cristo crucificado (I Corintios 1, 23). Cf. Salmo 1, 1 y nota. Rechinaron contra mí sus dientes: Una de las cosas sorprendentes que nos hace notar la Biblia es esta de que el pecador siempre odia al justo, aunque no le haya hecho sino bienes, como se ve en los versículos 12 y sigs. (véase Salmo 36, 12; 111, 9 s., etc.). Por eso vimos que ese odio es gratuito (versículos 7 y 19). Jesús nos da la clave de ese odio en Juan 7, 7; 15, 19 y 17, 16.
Entre impíos burladores de torta redonda,
rechinaron contra mí sus dientes.
17
17. Cf. versículo 22.
¿Hasta cuándo. Señor,
lo estarás viendo?
libra de sus maldades mi vida,
de los leones a mi único bien.
18Te daré gracias en la gran asamblea,
te alabare ante un pueblo numeroso.
19
19. Véase Juan 15, 25; Salmo 24, 19.
No se alegren a costa mía
mis injustos enemigos;
no se hagan guiños de ojo
los que sin causa me odian,
20porque ni siquiera hablan de paz,
y planean traidoramente fraudes
contra los pacíficos de la tierra.
21
21. Notemos el paralelismo con el Evangelio: después de ensayar los falsos testigos (versículo 11; cf. Mateo 26, 59 ss.). Caifás exclama como aquí: “vosotros mismos habéis oído la blasfemia: para qué necesitamos ya de testigos?” (Mateo 26, 65).
Ensanchan contra mí sus bocas
y dicen: “aja, aja;
lo hemos visto con nuestros propios ojos”.
22Tú, Yahvé, sí que lo has visto;
no calles, Señor,
no quieras estar lejos de mí.
23Despierta y vela por mi defensa,
por mi causa, Dios mío y Señor mío.
24
24. ¡Júzgame Tú! Cf. Salmo 16, 2 y nota.
Júzgame Tú según tu justicia,
Yahvé, Dios mío,
que no se alegren a mi costa;
25que no piensen en su corazón:
“Hemos salido con nuestro deseo”;
no digan: “Lo hemos devorado.”
26Confundidos sean y abochornados a una
los que se gozan en mi mal.
Sean cubiertos de vergüenza e ignominia
los que se ensoberbecen contra mí.
27Alégrense y gócense
los que comparten mi causa,
y digan siempre: “Grande es Yahvé
que se deleita en la paz de su siervo.”
28
28. Sobre la alabanza perpetua dice San Agustín: “Cuando cantas, alaban a Dios tu lengua y tu pecho; y cuando calla la lengua y tomas tu sustento, no te excedas, y alabas a Dios. Dale a tu cuerpo el descanso, y haciéndolo santamente, alabas a Dios. Ocúpate en negocios, si quieres, pero no defraudes, y alabas a Dios. Aplícate al cultivo de tus tierras y no litigues, y alabas a Dios. En la pureza de tus obras vas tejiendo las estrofas de tu himno a Dios todo el día.” Cf. Lucas 11, 23; Romanos 14, 6; I Corintios 10, 31; Hechos 2, 46; I Tesalonicenses 5, 10 y 17 y notas.
Y mi lengua proclamará tu justicia;
y tu alabanza perpetuamente.
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